Desf-ACHA-tez
Indignante. La denuncia contra el congresista Walter Acha por la supuesta violación contra su ex jefa de prensa, Idelia Calderón, resulta poco menos que indignante, y por más de un motivo. Al respecto, Gustavo Faverón ha explicado, al inicio de su más reciente post, la real connotación de la palabra "indignación". Usaré su definición como antesala.
Según las fuentes que circulan sobre el hecho, la señorita Idelia Calderón habría sido dopada por su jefe durante uno de sus viajes, situación que permitió al congresista (expulsado ya del Partido Nacionalista) dar rienda suelta a sus más bajos instintos. Asimismo, la relación de poder que existe entre la víctima y el victimario (jefe y empleada) constituye un agravante a la hora de dictar la sentencia. Mauricio Mulder ha estimado que una pena de entre 12 y 18 años de cárcel podría ser imputada al congresista de comprobarse el delito. No contento con esto, el enfermo congresista, al darse cuenta de que había dejado embarazada a su víctima, sugirió con toda desfachatez un aborto. Idelia Calderón, al parecer, se negó. Esto no obstante, el aborto se dio de manera natural, ocasionado principalmente por el estrés de la agraviada.
Pero vayamos, como siempre, un poquito más allá. Aquí hay otras razones para indignarse, cosas tal vez menores, accesorias, pero muy interesantes para medir el pulso nacional con respecto al avance (o retroceso, como veremos) del respeto hacia los derechos de las mujeres.
1) Defensores del enfermo.
Tanto la congresista fujimorista Luisa María Cuculiza, ferviente defensora del régimen que esterilizó a cientos de mujeres de la zona andina sin el debido consentimiento, como Beto Ortiz, uno de los periodistas más desquiciados de la televisión (no olvidemos nunca, nunca, nunca este asqueroso video) se han pronunciado casi a favor del supuesto agresor. La primera intentó desmerecer las acusaciones de la ex jefa de prensa por haber aceptado dormir en la misma cama con su jefe. Está claro, pues, que Lucha Cuculiza no tiene idea de lo que implica una violación (y, si lo sabe, no le interesa): una relación sexual forzada, o sea sin el debido consentimiento. Puede haber aceptado dormir con él en el mismo cuarto, incluso en la misma cama (aunque su abogado parece desmentir esta versión), y a pesar de todo sigue tratándose de una violación, igual de grave, igual de repugnante, igual de enferma. Puede haber tenido acaso disposición para el acto, pero si al momento de su consumación se retracta, se trata de una violación a todas luces. Lucha Cuculiza, a través de sus declaraciones, parece querer modificar el alcance del término "violación", tal vez piensa que una violación solo puede darse entre desconocidos, lo que evidenciaría una terrible ignorancia de su parte o, de lo contrario, una descarada defensa del morbo.
No menos indignante resulta la actitud de Beto Ortiz. En la entrevista que dejo a continuación, parece querer excusar al depravado congresista Acha contra viento y marea. Sus preguntas, como bien menciona Faverón, son torpes, malintencionadas por momentos, y siguen una línea más o menos definida: la ridiculización del abogado entrevistado (y, por extensión, también de la denuncia presentada):
http://server3.flatina.com/www/mediaplayer/flvplayer_abrelosojos_int.php?v=videos/entrevistas/150512_01
Como dije, indignante.
2) El Congreso
El Congreso es una payasada. Para este período, fuimos malditos con ladrones de luz, jefas con complejo de Madame Pompadour, monstruos come oro, y demás personajes. Pero ganar un violador sería ya otra cosa. Ganar un violador sería estar en otro level, haber ganado el campeonato de los parlamentos más inútiles del siglo. Nunca un congreso pudo haber sido peor. Y me duele la democracia, me duele porque me obliga a preguntar: "¿Y quién eligió a tan ilustres padres de la Patria?" cuando sé muy bien la respuesta: el poco interés en la política, la falta de iniciativas para un proceso electoral más inclusivo y transparente, el dolo, el sucio e institucionalizado lobby, la genuflexa actitud frente a las transnacionales, nuestra farándula, nuestro amarillismo burdo y sin embargo popular en extremo, todo eso decanta en un país que se cae pedazos y ninguno lo nota, porque todos andamos más preocupados en lo que sucede en el otro Perú, el de Nebraska, el que no existe pero qué lindo que es. Y, mientras las mentes de todos emigran hacia ese Perú quimérico, aquí no quedan sino wachiturros que votan por el más guapo, por el candidato que más se parezca a Pedro Navaja. Si elegimos congresistas como estos, ¿quién impedirá que violen a la Patria? ¿O acaso surgirán también las voces que, cuando la violación a la Patria sea palmaria, los defiendan "porque la Patria los dejó entrar en su cuarto"? ¿Hasta cuándo tendremos esta enfermedad estatal? Me recuerda mucho a la España de finales del siglo XIX que vivió Pío Baroja:
Esa tendencia natural a la mentira, a la ilusión del país pobre que se aísla, contribuía al estancamiento, a la fosilificación de las ideas. (Pío Baroja - "El árbol de la ciencia").
Como el Internet aún está en pañales en nuestro país, le rendimos culto a la diosa TV. Una diosa muy curiosa, que nos dice que hacer y que, a pesar de contar con un par de canales respetables, es, en gran medida, una mierda.
Le creemos ciegamente a los periodistas sin conocer sus ocultos intereses, aplaudimos las disertaciones de los huachafos de Chollywood, le damos a Magaly un rating que no merece (porque lo único que merece es esto), en fin... Y todo por una cultura crítica prácticamente nula. Si criticamos, estamos locos. A esto último suelo llamar el síndrome Bullard. No tenemos idea de lo importante que es la crítica -y, aún más, la auto crítica- para el desarrollo de un país. Así, llegamos a la ciega asunción de valores de cuyo origen poco sabemos, como la riqueza de nuestra gastronomía, que ¡ojo! nadie niega, pero sí critico el hecho de que la usemos para creernos superiores al resto, para alimentar no nuestros estómagos, sino la xenofobia y el odio (caso Iván Thays, como muchos recordarán). Puedo seguir enumerando muchos casos más, pero me ocuparé con más precisión de ellos en algún post futuro.
Mi humilde consejo: no crean todo lo que ven. Contrasten datos, versiones y sean curiosos. Stay hungry, como canta Springsteen. En otras palabras, ¡INDÍGNENSE!